Solamente la reconciliación del mundo mediante Cristo y su Evangelio Eterno, puede traer Ia paz en la tierra. Dios, obrando mediante su Hijo Unigénito como llave de la paz, y mediante la predicación de su Evangelio perfecto, puede derribar esas paredes que parecen infranqueables, de enemistad, pleitos, contiendas y guerras. Ante todo, es necesario buscar la paz en el amor y temor de Dios. Es necesario que se abracen de lleno las palabras del gran Maestro. Parece que en estos tiempos, se tiene por anticuadas las palabras del glorioso Maestro; sin embargo, son las únicas que podrán salvar el Universo. Para poder desarmar al diablo con todo su fuego que ya tiene preparado, es necesario que gobiernos y pueblos adoren al Dios santo y eterno. Si la fe y la esperanza no reinan en la tierra, no esperen cosa buena. Si la fe, la esperanza, la inteligencia van acompañadas de la verdadera ciencia, haremos aproximar a nosotros las profecías eternas. Por ejemplo, tomaremos de los dichos de Miqueas; de su libro cap. 4, vrs. del 3 al 5, donde dice así: “Y juzgará entre muchos pueblos, y corregirá fuertes gentes hasta muy lejos: y martillarán sus espadas para azadones, y sus lanzas para hoces: no alzará espada gente contra gente, ni más se ensayarán para la guerra. Y cada uno se sentará debajo de su vid y debajo de su higuera, y no habrá quien amedrente: porque la boca de Jehová de los Ejércitos lo ha hablado. Bien que todos los pueblos anduvieren cada uno en el nombre de sus dioses, nosotros con todo andaremos en el nombre de Jehová Nuestro Dios para siempre y eternalmente”. (Gloria a Dios).
Se ve que es voluntad de Dios, que un día cesen las guerras y las contiendas. Por eso he dicho en predicaciones anteriores, que Dios no quiere guerras, él dice que mejor es que se entiendan. Repito, que la base, la llave de este entendimiento, está en Cristo y su santo Evangelio. Dios no hace acepción de personas para salvar, por eso es que está escrito, que si el Viejo Testamento fuese sin falta, no hubiese dado lugar a un nuevo pacto. Todo vino así preparado, para hallar en Cristo, la llave del misterio santo. Y es que Cristo, es la llave en todo sentido.
¿De qué forma se puede reconciliar el mundo, sino por medio de Cristo, que es Rey de Gloria y Príncipe de Paz? El Mesías y el Cristo es el mismo; su poder es infinito. “Bien que todos los pueblos anduvieren cada uno en el nombre de sus dioses, nosotros con todo andaremos en el nombre de Jehová Nuestro Dios para siempre y eternalmente”. (Gloria a Dios). Quiera Dios dar gracia, para que un día se entiendan estas palabras sagradas, entonces él, mediante su Evangelio perfecto, y dirigiendo desde el cielo mediante su Espíritu bueno, dé a todos el perfecto entendimiento, para llegar todos a un buen acuerdo. Pero si se rechaza el consejo y cada cual dice “yo sé, y no preciso nada de eso”, pues bien, el atalaya cumplió, y salvó la responsabilidad que tenía delante de Dios, de anunciar esta verdad que venía de parte de la Santa Trinidad. Pero sin duda, que la palabra de Dios a su tiempo llegará, y se cumplirá, nadie le estorbará, porque Dios está en el cielo, ¿y quién le dirá no se hará? Cuando Pablo no entendía, perseguía la Obra de la Luz Divina; cuando entendió, por esa Obra gloriosa murió. En la predicación anterior, decía, tomando de las palabras de San Pablo: “Ciertamente Dios estaba en Cristo reconciliando el mundo a sí, no imputándole sus pecados, y puso en nosotros la palabra de la reconciliación. Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio nuestro; os rogamos en Nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios”. (Gloria a Dios). ¿No es doloroso y parece hasta mentira, que después de tanto progreso se llegue a una ruina? ¿De qué vale el estudio, y el desvelo de tantos, si se puede decir que en un rato queda todo devastado y arruinado? En vez de tanto mal y tanto daño, ¿no sería mejor que el grueso de las naciones de la tierra, cantaran y festejaran la sabiduría y ciencia del Dios Todopoderoso, y que su santo Reino en esta forma llegase a la tierra con gloria inmensa? En esta única forma Dios colaboraría, dándole entrada los hombres a Dios, para que Él, nos guíe desde arriba. Entonces, la palabra de Miqueas, Isaías y otros, estarían a un paso, porque sin ninguna ruina todo esto se alcanzaría. Se alcanzaría, sí, porque todo esto, para Dios fácil sería. Pero si a Dios le cerramos las puertas, no esperemos cosas buenas. Las profecías están todas prontas; tiene el hombre, pues para elegir: ¿Quieren paz? Dios se las dará. ¿Quieren guerra? La encontrarán. Por algo dijo San Pablo: “No os engañéis: Dios no puede ser burlado, que lo que el hombre sembrare, eso también segará”. Recuerdo en estos momentos, las palabras de Nuestro Señor, cuando en el Sermón del Monte así habló: “Bienaventurados los pacificadores: porque ellos serán llamados hijos de Dios”. Nosotros, pues confiamos en que un día llegará esta luz de parte de los tres Días, y alumbrará la mente de las gentes, y alabarán al Rey celeste. Entonces, cuando la sabiduría, el amor y temor de Dios progresen, se cumplirá el dicho profético: “Y martillarán sus espadas para azadones, y sus lanzas para hoces: no alzará espada gente contra gente, ni más se ensayarán para la guerra”.
¿Dudan ustedes que esto pueda llegar? Nosotros no dudamos, creemos en Dios, y creemos también que el hombre, ayudado de Dios llegará a esta conclusión (de las palabras del Rey Salomón): “Mejor es la sabiduría que las armas de guerra”. Creo que también vienen bien en este caso, otras de las palabras de este sabio: “He aquí, solamente he hallado esto: que Dios hizo al hombre recto, mas ellos buscaron muchas cuentas".
Conforme se vive dentro de cada Nación en paz, cada ciudad, cada pueblo respetando la ley, todo marcha perfectamente bien y de acuerdo, ¿por qué no puede llegar entonces ese entendimiento en todas las Naciones? Creemos que eso no sea cosa difícil, siempre que la buena voluntad domine. En este caso, la buena voluntad debe reinar de parte de aquellos que arriba están. Después, también de los demás, pero el que está arriba, mucho en este caso puede allanar y facilitar. Creo que las buenas intenciones, son dignas de meditación y de respeto, y más cuando vienen con consejos del Eterno. La lucha, según del punto que se mire, es ardua y es mucha, pero con la ayuda de Jehová, el camino, Dios, fácil Io puede allanar, y entonces “cada uno se sentará debajo de su vid y debajo de su higuera, y no habrá quien amedrente: porque la boca de Jehová de los Ejércitos lo ha hablado”. Profecías gloriosas son las de Dios; de muchas de ellas hemos dado razón; de su cumplimiento perfecto nada faltó, todo se cumplió, por eso ahora, ¿se equivocará Dios? No, nunca se equivocó, por lo tanto, ahora esperemos otra vez el cumplimiento de la palabra de los Tres. Repito lo que antes dije: Está en los hombres elegir: ¿Quieren paz? Dios se las dará. ¿Quieren guerra? La encontrarán. El hombre, solo, no puede marchar, precisa, necesita la ayuda de la Santa Trinidad.
“En aquel día, dice Jehová, juntaré la coja, y recogeré la amontada, y a la que afligí”. Quiere decir que Dios entonces, juntará a su pueblo como el pastor a sus ovejas, curará y traerá a sí, y hará que la aflicción no domine más allí. Y pondrá una para sucesión, y otra para nación robusta. “Y Jehová reinará sobre ellos en el monte de Sión desde ahora para siempre”. Esto no es otra cosa que una confirmación de nuestro hablar y predicar. El entendimiento debe venir, ante todo por los de la Casa de Jehová, de lo contrario, lo de la parábola de las bodas les sucederá. ¿Recuerdan cómo es esa parábola? La leeremos del Evangelio según San Mateo, cap. 22, vrs. del 1 al 14; dice así: “Y respondiendo Jesús, les volvió a hablar en parábolas, diciendo: El reino de los cielos es semejante a un hombre rey, que hizo bodas a su hijo; y envió sus siervos para que llamasen los llamados a las bodas; mas no quisieron venir.
Volvió a enviar otros siervos, diciendo: Decid a los llamados: He aquí, mi comida he aparejado; mis toros y animales engordados son muertos, y todo está prevenido: venid a las bodas. Mas ellos no se cuidaron, y se fueron, uno a su labranza, y otro a sus negocios: y otros, tomando a sus siervos, los afrentaron y los mataron. Y el rey, oyendo esto, se enojó; y enviando sus ejércitos, destruyó a aquellos homicidas, y puso fuego a su ciudad. Entonces dice a sus siervos: Las bodas a la verdad están aparejadas; mas los que eran llamados no eran dignos. Id pues a las salidas de los caminos, y llamad a las bodas a cuantos hallareis. Y saliendo los siervos por los caminos, juntaron a todos los que hallaron, juntamente malos y buenos: y las bodas fueron llenas de convidados. Y entró el rey para ver los convidados, y vio allí un hombre no vestido de boda, y le dijo: Amigo, ¿cómo entraste aquí no teniendo vestido de boda? Mas él cerró la boca. Entonces el rey dijo a los que servían: Atado de pies y de manos tomadle, y echadle en las tinieblas de afuera: allí será el lloro y el crujir de dientes. Porque muchos son llamados, y pocos los elegidos”. Es esta una hermosa parábola y una hermosa lección, que creo es fácil su interpretación. Lo que resulta bien claro y a la vista de todos, de esta parábola, es que cuando Dios llama, no es para dormirse ni tener en poco el llamado de la Santa Trinidad, porque lo crean o no lo crean, a su tiempo llegará, y nadie le estorbará. En este caso, el que pierde es el que no escuchó, porque en su lugar, otro entró: la Obra igual siguió, y el triunfo se festejó, porque venía de parte de Dios. Yo les digo, de parte de Dios, que la única solución está en la sabiduría de Cristo y en el Santo Evangelio que él predicó. (Gloria a Dios).
Las profecías están a las puertas, nadie las podrá detener, sólo Dios, por perdón, por clemencia, puede atrasar el reloj de Daniel. Atrasarlo, decía, como atrasó Jehová el reloj de Achâz, en el tiempo del rey Ezechîas, cuando éste enfermó para morir. Ezechîas entonces tuvo temor, e imploró la misericordia y el favor de Dios, y Dios lo escuchó, y a su vida, quince años más añadió. Jehová entonces, así habló: (Isaías, cap. 38, vrs. del 4 al 8): “Entonces fue palabra de Jehová a Isaías, diciendo: Ve, y di a Ezechîas: Jehová Dios de David tu padre dice así: Tu oración he oído, y visto tus lágrimas: he aquí que yo añado a tus días quince años. Y te libraré, y a esta ciudad, de mano del rey de Asiria; y a esta ciudad ampararé. Y esto te será señal de parte de Jehová, que Jehová hará esto que ha dicho: He aquí que yo vuelvo atrás la sombra de los grados, que ha descendido en el reloj de Achâz, por el sol, diez grados. Y el sol fue tornado diez grados atrás, por los cuales había ya descendido”. (Gloria a Dios). El único que puede hacer estas cosas es Dios, pero es necesario hacer también como hizo el rey Ezechîas: llorar, pedir perdón, clemencia, gracia, de todo corazón. Entonces, volverá atrás la sombra de los grados del reloj, que anuncian otra etapa de dolor. Lo que yo veo es que los buenos pensamientos y las intenciones buenas, deben prosperar, y con la ayuda de la Santa Trinidad un día, victoriosos, los hijos del Trino festejarán.