Gloria de la Profecía

Libro "La Biblia Aclarada", Cap. 32, Tomo 1

Narración: Hno. Mauricio Genolet

Leeremos hoy el libro de Isaías, cap. 42 y con la ayuda y la gracia del Trino Triunfal, trataremos de interpretar el lenguaje guiado de este profeta de Dios.

Profetizó Isaías de esta manera: “He aquí mi siervo, yo lo sostendré; mi escogido, en quien mi alma toma contentamiento: he puesto sobre Él mi espíritu, dará juicio a las gentes. No clamará, ni alzará, ni hará oír su voz en las plazas. No quebrará la caña cascada, ni apagará el pábilo que humeare: sacará el juicio a verdad. No se cansará, ni desmayará, hasta que ponga en la tierra juicio; y las islas esperarán su ley.

Así dice el Dios Jehová, el Creador de los cielos, y el que los extiende; el que extiende la tierra y sus verduras; el que da respiración al pueblo que mora sobre ella, y espíritu a los que por ella andan: Yo, Jehová te he llamado en justicia, y te tendré por la mano; te guardaré y te pondré por alianza del pueblo, por luz de las gentes; para que abras ojos de ciegos, para que saques de la cárcel a los presos, y de casas de prisión a los que están de asiento en tinieblas. Yo Jehová: este es mi nombre; y a otro no daré mi gloria, ni mi alabanza a esculturas. Las cosas primeras he aquí vinieron, y yo anuncio nuevas cosas: antes que salgan a luz, yo os las haré notorias. Cantad á Jehová un nuevo cántico, su alabanza desde el fin de la tierra; los que descendéis a la mar, y lo que la hinche, las islas y los moradores de ellas. Alcen la voz el desierto y sus ciudades, las aldeas donde habita Cedar: canten los moradores de la Piedra, y desde la cumbre de los montes den voces de júbilo. Den gloria á Jehová, y prediquen sus loores en las islas.

Jehová saldrá como gigante, y como hombre de guerra despertará celo: gritará, voceará, esforzaráse sobre sus enemigos. Desde el siglo he callado, tenido he silencio, y heme detenido: daré voces como la que está de parto; asolaré y devoraré juntamente. Tornaré en soledad montes y collados, haré secar toda su hierba; los ríos tornaré en islas, y secaré los estanques. Y guiaré los ciegos por camino que no sabían, haréles pisar por las sendas que no habían conocido; delante de ellos tornaré las tinieblas en luz, y los rodeos en llanura. Estas cosas les haré, y no los desampararé. Serán vueltos atrás, y en extremo confundidos, los que confían en las esculturas, y dicen a las estatuas de fundición: Vosotros sois nuestros dioses. Sordos, oíd; y vosotros ciegos, mirad para ver. ¿Quién ciego, sino mi siervo? ¿Quién sordo, como mi mensajero que envié? ¿Quién ciego como el perfecto, y ciego como el siervo de Jehová, que ve muchas cosas y no advierte, que abre los oídos y no oye?

Jehová se complació por amor de su justicia en magnificar la ley y engrandecerla. Mas este es pueblo saqueado y hollado, todos ellos enlazados en cavernas y escondidos en cárceles: son puestos a saco, y no hay quien libre; hollados, y no hay quien diga, Restituid.

¿Quién de vosotros dirá esto? ¿Quién atenderá y escuchará en orden al porvernir? ¿Quién dio a Jacob en presa, y entregó a Israel a saqueadores? ¿No fue Jehová, contra quien pecamos? Y no quisieron andar en sus caminos, ni oyeron su ley. Por tanto derramó sobre él el furor de su ira, y fuerza de guerra; púsole fuego de todas partes, empero no entendió; y encendióle, mas no ha parado mientes.”

Bueno, como ustedes pueden apreciar, no he hecho más que leer la profecía escrita; ahora trataremos, con la ayuda y la guía del Espíritu Santo, de penetrar en ella y explicaremos hasta donde nos alcance el tiempo que tenemos en esta hora radial.

El versículo 1º del citado capítulo dice: “He aquí mi siervo, yo lo sostendré; mi escogido, en quien mi alma toma contentamiento: he puesto sobre Él mi espíritu, dará juicio a las gentes.”

Ciertamente todas estas palabras van dirigidas a una misma persona y una vez más diré, que entre siervos hay siervos.

Esta vez, hablando Dios por boca del profeta Isaías, habla directamente de un siervo y ese siervo era nada menos que el Mesías, el Hijo de Dios.

Para darnos cuenta más fácil que Cristo el Señor, llevó también el nombre de Siervo, leeremos Isaías, cap. 43, vr. 10. Dice así:

Vosotros sois mis testigos, dice Jehová, y mi siervo que yo escogí; para que me conozcáis y creáis, y entendáis que yo mismo soy; antes de mí no fue formado Dios, ni lo será después de mí.”

Ahora, en cuanto a la palabra que dice: “Vosotros sois mis testigos”, esas palabras van dirigidas de parte de Dios y a la vez de parte de las Tres Personas Divinas, a todos aquellos Profetas, Patriarcas, Apóstoles y Santos que han sido en verdad testigos de las cosas que pertenecen a Dios, sea así en la Primera, Segunda o Tercera Obra.

Esa palabra: “Vosotros sois mis testigos”, por ejemplo, bien lo podía decir Isaías, que por una parte recibía mensajes de Dios y por otra parte estaba mirando y contemplando el Pueblo, en la marcha que éste llevaba. Por lo tanto, era un testigo entre Dios y el pueblo. Y Dios mismo, seguro de su justicia, ponía a sus profetas por testigos en el juicio que planteaba Jehová.

Así es que, para ser testigo, tiene que haber visto u oído algo, porque si no, ¿testigo de qué puede ser? ¿Verdad?

Hablo esto, analizando la Biblia, tratando de sacar sustancia a estas cosas sagradas que están escritas, sin la mínima intención de molestar a nadie, porque esta vez diré como San Pablo cuando hablaba con los de la Casa de Israel (Filipenses, cap. 3, vrs. del 3 al 7). Dice así: “Porque nosotros somos la circuncisión, los que servimos en espíritu a Dios, y nos gloriamos en Cristo Jesús, no teniendo confianza en la carne. Aunque yo tengo también de qué confiar en la carne.

Si alguno parece que tiene de qué confiar en la carne, yo más: Circuncidado al octavo día, del linaje de Israel, de la tribu de Benjamín, Hebreo de Hebreos; cuanto a la ley, Fariseo; Cuanto al celo, perseguidor de la iglesia; cuanto a la justicia que es en la ley, irreprensible. Pero las cosas que para mí eran ganancias, helas reputado pérdidas por amor de Cristo.”

Yo también diré como San Pablo: “Como a poco sabio hablo”. Pero en realidad les diré que por lo que he visto y he oído, como dijo San Lucas tocante al Verbo de Vida, porque ese Apóstol también se podía considerar otro testigo fiel, yo también me creo un Testigo de la Obra de la Santa Trinidad, porque hablo lo que he visto, oído y palpado; a manera de testimonio digo estas cosas, y Dios sabe que digo verdad. (Gloria a Dios).

Así que aclarado a quién es que Dios llama Testigos, seguiremos bien de cerca esta profecía, para no hacer confusión y dejar bien aclarado a quién dice en esta profecía: “Mi siervo que yo escogí”.

Lean detenidamente el vr. 10 del capítulo ya citado y verán que el Profeta les está revelando un misterio, el misterio de la Santa Trinidad.

Vamos a leer otra vez las mismas palabras: “Vosotros sois mis testigos, dice Jehová, y mi siervo que yo escogí; para que me conozcáis y creáis, y entendáis que yo mismo soy; antes de mí no fue formado Dios, ni lo será después de mí.”

Ahora, para que ustedes se den cuenta, yo les pregunto: ¿Quién es el que habla y dice así: “antes de mí no fue formado Dios, ni lo será después de mí”? ¿Quién puede decir semejantes palabras, sino sólo el Hijo de Dios?

Quiere decir y está bien claro, que desde un principio y desde lo eterno, desde lo infinito, al nombrar: Dios, ésta otra persona dice: “antes de mí no fue formado Dios”. Entonces ahora queda bien claro que son Tres Personas Divinas y un solo Dios.

Por eso dice el mismo versículo: “para que me conozcáis y creáis, y entendáis que yo mismo soy”.

Yo, de mi parte, doy glorias a Dios y les confieso que me admiro en la justeza de la profecía, en que hablaron los profetas de Dios.

Por eso dijo Jesús: (San Juan, cap. 14, vrs. del 7 al 10): “Si me conocieseis, también a mi Padre conocierais: y desde ahora le conocéis, y le habéis visto. Dícele Felipe: Señor, muéstranos el Padre, y nos basta. Jesús le dice: ¿Tanto tiempo ha que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto, ha visto al Padre; ¿cómo, pues, dices tú: Muéstrame el Padre? ¿No crees que yo soy en el Padre, y el Padre en mí?

Es llamado el Hijo de Dios, Siervo, porque cumplió como verdadero Hijo y verdadero siervo”.

Por eso Jesús decía: (San Juan, cap. 5, vr. 19): “No puede hacer nada el Hijo de sí mismo, sino lo que viere hacer al Padre; porque todo lo que él hace, esto también hace el Hijo juntamente”.

La Obra de Dios, es una verdadera maravilla y tan maravillosa, que escapó a la vista de los hombres y en su creencia de saber y entender, crucificaron al Señor de Gloria.

San Pablo, antes de convertirse al cristianismo, como Doctor de la Ley, perseguía a los santos. Solamente la revelación de Jesús lo convirtió cuando le dijo (Hechos, cap. 9, vr. 4): “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Y él dijo: ¿Quién eres, Señor? Y él dijo: Yo soy Jesús, a quien tú persigues; dura cosa te es dar coces contra el aguijón”.

Isaías vuelve a hablar de Cristo, el Señor y habla de la forma disimulada en que se presentó; disimulada digo, porque les repito una vez más, mientras se esperaba al Mesías lleno de gloria y esplendor, como lo describe Malaquías, cap. 3, vrs. 2 y 3, donde dice: “¿Y quien podrá sufrir el tiempo de su venida? O ¿Quién podrá estar cuando él se mostrará? Porque Él es como fuego purificador y como jabón de lavadores. Y sentarse ha para afinar la plata; porque limpiará los Hijos de Leví, los afinará como a oro y como a plata; y ofrecerán a Jehová ofrenda con justicia”.

Pues bien, mientras estaba el pueblo atento a esta profecía y a otras similares, que son profecías destinadas a su segunda venida, se apareció el Mesías en la forma disimulada que describe Isaías, cap. 52, vrs. del 13 al 15, dice así: “He aquí que mi siervo será prosperado, será engrandecido y ensalzado, y será muy sublimado. Como se pasmaron de ti muchos, en tanta manera fue desfigurado de los hombres su parecer; y su hermosura más que la de los hijos de los hombres. Empero él rociará muchas gentes: los reyes cerrarán sobre él sus bocas; porque verán lo que nunca les fue contado, y entenderán lo que jamás habían oído.”

¿Entienden por qué se pasmaron en Cristo muchas gentes?

El Profeta lo dice: “Fue desfigurado de los hombres su parecer”.

Conviene que aclaremos estas palabras: no se trata de que Nuestro Señor no fuese hermoso, hermoso lo era en todo sentido, pero lo que el profeta quería decir, era que en esta primera venida, se presentaría sin ese brillo y esplendor de divinidad, porque en esa forma se les mostró a Jacobo, Pedro y Juan, como leemos en San Mateo, cap. 17, vrs. del 1 al 3; dice así: “Y después de seis días, Jesús toma a Pedro, y a Jacobo, y a Juan su hermano, y los lleva aparte a un monte alto: Y se transfiguró delante de ellos; y resplandeció su rostro como el sol, y sus vestidos fueron blancos como la luz. Y he aquí les aparecieron Moisés y Elías, hablando con él.”

Más se confirman estas palabras de Isaías, si recordamos cuando decían de Cristo: “¿No es éste el Hijo de José y de María?

Más todavía se confirma, cuando Judas iscariote vendió al Maestro por treinta piezas de plata; para que no se confundieran les dio señal, diciendo: (San Mateo, cap. 26, vr. 48): “Al que yo besare, aquél es: prendedle.”

Con esto, lo que pretendo es realzar, o mejor dicho, darle el verdadero valor a la profecía del Profeta Isaías. Porque sin duda es ésta una verdadera maravilla de Dios, de misterios y secretos, que después de muchos siglos, están a la vista de todos los que quieran estudiar la Biblia, y para por último confesar todos juntos, que no hay Obra más maravillosa, gloriosa y triunfal, que la Obra de la Santa Trinidad.

Como el tiempo no da, en la próxima, si Dios quiere, seguiremos con la misma profecía. (Gloria a Dios).

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