La Circuncisión

Libro "La Biblia Aclarada", Cap. 19, Tomo 1

Narración: Hno. Mauricio Genolet

Siguiendo la predicación anterior, citaremos San Pablo a los Romanos, cap. 3, vrs. 1, 2 y 3. Dice así:

¿Qué pues, tiene más el Judío? ¿Ó qué aprovecha la circuncisión? Mucho en todas maneras. Lo primero ciertamente, que la palabra de Dios les ha sido confiada. ¿Pues qué si alguno de ellos ha sido incrédulo? ¿La incredulidad de ellos habrá hecho vana la verdad de Dios? En ninguna manera”. “Empero sabemos que todo lo que la ley dice, a los que están en la ley lo dice, (vr. 19 hasta terminar) para que toda boca se tape, y que todo el mundo se sujete a Dios: Porque por las obras de la ley ninguna carne se justificará delante de él; porque por la ley es el conocimiento del pecado. Mas ahora, sin la ley, la justicia de Dios se ha manifestado, testificada por la ley y por los profetas: la justicia de Dios por la fe de Jesucristo, para todos los que creen en él: porque no hay diferencia; por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios; Siendo justificados gratuitamente por su gracia por la redención que es en Cristo Jesús; al cual Dios ha propuesto en propiciación por la fe en su sangre, para manifestación de su justicia, atento á haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados, con  la mira de manifestar su justicia en este tiempo: para que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús. ¿Dónde pues está la jactancia? Es  excluida. ¿Por cuál ley? ¿De las obras? No; mas por la ley de la fe. Así que, concluímos ser el hombre justificado por fe sin las obras de la ley. ¿Es Dios solamente Dios de los Judíos? ¿No es también Dios de los Gentiles? Cierto, también de los Gentiles. Porque uno es Dios, el cual justificará por la fe la circuncisión, y por medio de la fe la incircuncisión. ¿Luego deshacemos la ley por la fe? En ninguna manera; antes establecemos la ley.” Es un hablar maravilloso el de San Pablo, no se aturde ni se confunde por las muchas letras ni por los distintos pactos, pero antes, sobrando en sabiduría por gracia del Trino de Amor. Los dos pactos, las dos leyes, impone con justicia, la justicia de Dios, que es por la gracia y la fe. No echándole culpas a nadie, pero sí que tengamos que reconocer, que por la obra o por la ley, no nos salvamos: necesitamos todos del perdón y de la gracia para ser salvos, porque como lo cita el Apóstol en el vr. 10 del cap. 3 a los Romanos, que dice: “Como está escrito: No hay justo, ni aun uno.”

Por otra parte, dice el Apóstol Santiago en su Epístola Universal, cap. 2, vrs. 10 y 11: “Porque cualquiera que hubiere guardado toda la ley, y ofendiere en un punto, es hecho culpado de todos. Porque el que dijo: No cometerás adulterio, también ha dicho: No matarás. Ahora bien, si no hubieres cometido adulterio, pero hubiereis matado, ya eres hecho transgresor de la ley.” Ahora, en este caso, tanto la ley vieja como la nueva, en este caso están de acuerdo, porque las dos leyes condenan por igual. Porque como he dicho siempre en estas predicaciones, no podemos tomar la libertad de Cristo por desenfreno; por eso es bueno que se conozca a fondo la ley de Cristo, que es la ley del Evangelio Eterno, porque así todos conocerán cuál es la voluntad de Dios. No precisará mucho tiempo para que todos conozcan lo que a Dios le agrada y lo que no le agrada. Ahora después, conociendo la ley de la gracia, conviene andar por ella y no caer de ella. (Gloria a Dios).

Porque, por ejemplo, de los diez mandamientos que Dios le dio a Moisés en el Monte Sinaí, nosotros como Evangelistas, y en especial que venimos trabajando con las Tres Obras, tratando, con la ayuda de Dios de interpretar el misterio de la Santa Trinidad, acomodando, como dijo San Pablo, lo Espiritual a lo Espiritual, y sin salir, por lo tanto de las Sagradas Escrituras, antes bien, aferrados a ellas, podemos leer con toda tranquilidad los diez mandamientos que en nada nos afectan y si quieren, los vamos a leer. Los leeremos del Libro de Moisés, Éxodo, cap. 20, empezando del vr. 1, dice así:

Y habló Dios todas estas palabras, diciendo: Yo soy Jehová tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de casa de siervos. No tendrás dioses ajenos delante de mí. No te harás imagen, ni ninguna semejanza de cosa que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra: No te inclinarás a ellas, ni las honrarás; porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos, sobre los terceros y sobre sobre los cuartos, a los que me aborrecen, y que hago misericordia en millares a los que me aman, y guardan mis mandamientos. No tomarás el nombre de Jehová tu Dios en vano; porque no dará por inocente Jehová al que tomare su nombre en vano. Acordarte has del día del reposo, para santificarlo: Seis días trabajarás, y harás toda tu obra; mas el séptimo día será reposo para Jehová tu Dios: no hagas en él obra alguna, tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu criada, ni tu bestia, ni tu extranjero que está dentro de tus puertas: Porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, la mar y todas las cosas que en ellos hay, y reposó en el séptimo día: por tanto Jehová bendijo el día del reposo y lo santificó. Honra a tu padre y a tu madre, porque tus días se alarguen en la tierra que Jehová tu Dios te da. No matarás. No cometerás adulterio. No hurtarás. No hablarás contra tu prójimo falso testimonio. No codiciarás la casa de tu prójimo, no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su criada, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna de tu prójimo.”

En esto, como ustedes pueden apreciar, no he hecho más que leer lo que está escrito. Ahora, en cuanto a nuestro culto, a nuestra organización, en cuanto a nuestra forma de ver y de examinar las cosas bíblicamente, bajo la guía del Espíritu Santo, y controlando estas leyes de los diez mandamientos con el Nuevo Testamento, repito, nuestra posición es en un todo de acuerdo con los diez mandamientos, porque tenemos el asunto del sábado, pero el sábado, nosotros lo tomamos espiritualmente. Ya lo hemos documentado por los profetas del Viejo Testamento que también hablaron en el nombre de Dios, así como Isaías, Jeremías, Samuel, el Rey David, Salomón y otros, respecto a los sacrificios y a las cosas que prácticamente tocaban a su fin y que entre ellas está el sábado, porque en realidad no fue más que una sombra y bosquejo del verdadero sábado que es Cristo Jesús, porque lo que Dios quiso hacer con el sábado, fue hacer descansar a su pueblo como Él descansó de toda su Obra.

Y como dicen los Apóstoles de Cristo y como lo vemos documentado en toda la Biblia, el sábado no es el reposo eterno, por lo tanto, no es este día, sino el verdadero Día será el que nos hará descansar, y ese verdadero Día es Cristo Jesús, o sea, el Mesías. (Gloria a Dios).

Porque día, espiritualmente, quiere decir luz, y luz son las Tres Personas Divinas: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Por eso dice en el Salmo 19, vr. 2, así: El un día emite palabra al otro día, y la una noche a la otra noche declara sabiduría.”

¿Cómo puede el un Día emitir palabra al otro Día? ¿De qué Día habla el salmista?

Ahora, como las Tres Personas Divinas son luz, Cristo fue constituido llave de la luz. Porque en Él fue encerrado el misterio del Día, o sea de la Luz. (Gloria a Dios).

Por eso dijo el profeta Isaías en su libro, cap. 9, vrs. 2, 3 y 4, así: “El pueblo que andaba en tinieblas vió gran luz: los que moraban en tierra de sombra de muerte, luz resplandeció sobre ellos. Aumentando la gente, no aumentaste la alegría. Alegraránse delante de ti como se alegran en la siega, como se gozan cuando reparten despojos. Porque tú quebraste su pesado yugo, y la vara de su hombro, y el cetro de su exactor, como en el día de Madián.”

¿Cuál era la ley y el día que dice Isaías? Quiera Dios dar gracia para que podamos entender estas cosas sagradas. Ahora, como hemos dicho en las predicaciones anteriores, ¿quieren guardar el día? El que quiera lo puede guardar, pero hay que guardarlo bien, como está escrito y no una vez, dos o tres: para guardarlo, hay que guardarlo siempre. Yo, de mi parte, entiendo lo que dijo Isaías: Tú quebraste su pesado yugo, y la vara de su hombro.” (Gloria a Dios).

Así que repito, estamos de acuerdo con los diez mandamientos.

Ahora, volviendo a la circuncisión, vamos a leer la palabra de Dios por boca de San Pablo a los Romanos, cap. 2, vr. 21: “Tú pues, que enseñas a otro, ¿no te enseñas a ti mismo? ¿Tú, que predicas que no se ha de hurtar, hurtas? ¿Tú, que dices que no se ha de adulterar, adulteras? ¿Tú, que abominas los ídolos, cometes sacrilegio? ¿Tú, que te jactas de la ley, con infracción de ley deshonras a Dios? Porque el nombre de Dios es blasfemado por causa de vosotros entre los Gentiles, como está escrito. Porque la circuncisión en verdad aprovecha, si guardares la ley; más si eres rebelde a la ley, tu circuncisión es hecha incircuncisión. De manera que, si el incircunciso guardare las justicias de la ley, ¿no será tenida su incircuncisión por circuncisión? Y lo que de su natural es incircunciso, guardando perfectamente la ley, te juzgará a ti, que con la letra y con la circuncisión eres rebelde a la ley. Porque no es Judío el que lo es en manifiesto; ni la circuncisión es la que es en manifiesto en la carne: Mas es Judío el que lo es en lo interior; (vr. 29) y la circuncisión es la del corazón, en espíritu, no en letra; la alabanza del cual no es de los hombres, sino de Dios.”

Este es el hablar de San Pablo y vemos que estaba bien fundado sobre la circuncisión del corazón, y si no, veamos qué dice Moisés en su libro, Deuteronomio, cap. 10, vr. 16: “Circuncidad pues el prepucio de vuestro corazón, y no endurezcáis más vuestra cerviz.”

En el mismo libro, cap. 30, vr. 6, dice así: “Y circuncidará Jehová tu Dios tu corazón, y el corazón de tu simiente, para que ames a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma, a fin de que tú vivas.”

Jeremías, cap. 6, vr. 10, dice: “¿A quién tengo de hablar y amonestar, para que oigan? He aquí que sus orejas son incircuncisas, y no pueden escuchar; he aquí que la palabra de Jehová les es cosa vergonzosa, no la aman.”

En Levítico, cap. 26, vr. 41, dice: “Yo también habré andado con ellos en contra, y los habré metido en la tierra de sus enemigos: y entonces se humillará su corazón incircunciso, y reconocerán su pecado.”

Ezequiel, cap. 44, vr. 7, dice: “De haber vosotros traído extranjeros, incircuncisos de corazón e incircuncisos de carne.”

Jeremías, cap. 20, vr. 9, dice: Y dije: No me acordaré más de él, ni hablaré más en su nombre: empero fue en mi corazón como un fuego ardiente metido en mis huesos, trabajé por sufrirlo, y no pude.”

David dice en el Salmo 39, vr. 3, así: “Enardecióse mi corazón dentro de mí; Encendióse fuego en mi meditación, y así proferí con mi lengua.”

Así que como ustedes pueden apreciar, hay varias clases de circuncisión: la de la carne, del oído y del corazón. ¿Qué les parece a ustedes, cuál de todas las circuncisiones vale más? ¿No les parece que es la del corazón? ¿Vieron cómo habla Jeremías a causa de tener el corazón circuncidado de parte de nuestro Dios? Tuvo momentos dicho profeta,  que a causa de la gran contrariedad que tenía, por la palabra de Dios, porque no solamente era injuriado, encarcelado, murmuraciones en su contra, temor de todas partes, hasta los mismos amigos miraban si claudicaba, tuvo momentos que dijo: No me acordaré más de él, ni hablaré más en su nombre.” Pero a causa de la circuncisión del corazón, confiesa el profeta: “Empero fue en mi corazón como un fuego ardiente metido en mis huesos, trabajé por sufrirlo, y no pude.” (Gloria a Dios).

Así que, hermanos, tratemos de tener la circuncisión del corazón, que es superior.

Porque al fin, como dice el Apóstol (Gálatas, cap. 5, vr. 6): “Ni la circuncisión vale algo, ni la incircuncisión; sino la fe” y la que es de la fe es la del corazón. (Romanos, cap. 2, vr. 29): y corresponde a la Obra Tercera, que es al Espíritu Santo, que circuncida el corazón. (Gloria a Dios).

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