Así que por causa de la debilidad en la fe, que es en Cristo Jesús, es admitible que el que hace diferencia entre comida y comida, y entre día y día, es admitible tolerarlo, en la esperanza que llegue a la plenitud del conocimiento del poder de Cristo, como Hijo de Dios, como base de la Obra y llave del Reino de Dios. Porque, por más que quiéramos dar vuelta y vuelta, nos encontramos con el dicho firme, glorioso y potente de Cristo, que dice:
“Yo soy el camino, y la verdad, y la vida: nadie viene al Padre, sino por mí.”
Vemos que en esto, Cristo es terminante; él no dice que con él y con otro se llega al Padre, sino dice: “Nadie viene al Padre, sino por mí.”
Ahora esto, no le quita que hayan existido y existan Apóstoles, Profetas, Doctores de la Ley, Mensajeros y los distintos dones que existen, y que, de ninguna manera se pueden anular. Pero cada uno en su puesto, y de estos dones por más grandes que éstos sean, de ninguna manera se puede llegar a pensar ni debe de pasar por la mente humana, de compararlos al Hijo de Dios. Porque el sacrificio de la cruz, sólo Él lo hizo. Y fue tan grande, que dice la Biblia al respecto:
“Espectáculo de amor en el cielo, a los ángeles, y a los hombres en la tierra.”
Con ese sacrificio, anuló Cristo el sacrificio de los animales, que a manera de sombra y bosquejo, se habían admitido por parte de Dios en el Viejo Testamento.
“Si pues la perfección era por el sacerdocio Levítico (Hebreos, cap. 7, vrs. 11 y 12) (porque debajo de él recibió el pueblo la ley) ¿qué necesidad había aún de que se levantase otro sacerdote según el orden de Melchisedec, y que no fuese llamado según el orden de Aarón?
Pues mudado el sacerdocio, necesario es que se haga también mudanza de la ley.” Así habla el Apóstol, pero veamos enseguida el Viejo Testamento, en el Salmo de David 110, vrs. 1 y 4. Dice así: “Jehová dijo a mi Señor: Siéntate a mi diestra, en tanto que pongo tus enemigos por estrado de tus pies”. “Juró Jehová, y no se arrepentirá: Tú eres sacerdote para siempre según el orden de Melchisedec.”
¿Ustedes saben quién era Melchisedec? Era nada menos que un personaje celeste sin linaje, quiere decir: “Sin padre, sin madre, que ni tiene principio de días, ni fin de vida.” (Hebreos, cap. 7, vr. 3). Era por lo tanto, un personaje del cielo. (Vrs. 6 y 7): “Mas aquel cuya genealogía no es contada de ellos, tomó de Abraham los diezmos, y bendijo al que tenía las promesas. Y sin contradicción alguna, lo que es menos es bendecido de lo que es más.”
Así lo encontramos escrito en Génesis, cap. 14, vr. 18: “Entonces Melchisedec, Rey de Salem, sacó pan y vino; el cual era sacerdote del Dios alto; y bendíjole y dijo: Bendito sea Abram del Dios alto, poseedor de los cielos y de la tierra; y bendito sea el Dios alto, que entregó tus enemigos en tu mano. Y dióle Abram los diezmos de todo.”
Lo importante de esto es que Cristo fue constituído, como dice el Salmo ya citado: “Tú eres sacerdote para siempre según el orden de Melchisedec.”
Aprovecho pues, yo, para preguntar con el dicho de San Pablo: ¿Por qué fue constituído sacerdote eterno según el orden de Melchisedec y no según el orden de Aarón?
Por eso dice San Pablo: “Pues mudado el sacerdocio, necesario es que se haga también mudanza de la ley.”
Con pleno conocimiento, y dominando los dos pactos, las dos leyes, esto que ahora estamos presentando del sacerdocio, del sacerdocio de Aarón y el de Melchisedec, para quedar luego colocado el sacerdocio Eterno de Cristo; con pleno conocimiento y dominio de estas cosas, fue que doce hombres judíos se convirtieron al cristianismo y fueron llamados Apóstoles de la Segunda Obra. No solamente los Apóstoles se convirtieron al Señor, sino que miles de almas entendieron y aceptaron la justicia de Dios, que es en Cristo Jesús. (Gloria a Dios).
Es claro que los que son de la ley, si quieren estar con la ley deben de guardarla, porque de lo contrario, son hallados transgresores de la ley, y no se escaparán del juicio de Dios, porque no interviene gracia alguna. En vez, aceptando el Nuevo Testamento, que está apoyado de lleno por el antiguo pacto, no cometen ninguna transgresión, porque quedan bajo la gracia de Dios y sin el compromiso de guardar la ley de letras. Se trata de adorar al mismo Dios, Creador del cielo y de la tierra, de aceptar al Viejo Testamento también cuando habla a favor de Cristo Jesús, como por ejemplo leemos en Isaías, cap. 9, vrs. 6 y 7, donde dice:
“Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado; y el principado sobre su hombro: y llamaráse su nombre Admirable, Consejero, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz. Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán término, sobre el trono de David, y sobre su reino, disponiéndolo y confirmándolo en juicio y justicia desde ahora para siempre. El celo de Jehová de los ejércitos hará esto.”
Sería bueno meditar un poco en las palabras de Isaías. ¿Cuál era el niño de que hablaba el profeta? ¿Por qué dijo: “Hijo nos es dado”? ¿A quién le fue entregado un Imperio tan grande y con tan altos honores de ser llamado Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno y Príncipe de Paz? Cuando estas cosas se entiendan, se volverá a cumplir el dicho de Isaías, cap. 10, vr. 27:
“Y acaecerá en aquel tiempo, que su carga será quitada de tu hombro, y su yugo de tu cerviz, y el yugo se empodrecerá por causa de la unción.”
Vuelve a hablar el profeta y en su libro, cap. 7, vrs. 13 y 14, leemos así:
“Dijo entonces Isaías: Oíd ahora casa de David. ¿Os es poco el ser molestos a los hombres, sino que también lo seáis a mi Dios? Por tanto el mismo Señor os dará señal: He aquí que la virgen concebirá, y parirá hijo, y llamará su nombre Emmanuel.”
Creo que esta profecía, más clara y más adaptable al nacimiento de Cristo, más clara no puede ser.
Tenemos por otra parte a Isaías profetizando sobre el sufrimiento del Mesías, que es una maravilla de Dios, lo acertado, la justeza de dicha profecía sobre la vida, sufrimiento y sepultura de Cristo Jesús. Lean todo el cap. 53 de dicho profeta, y después díganme ustedes si no corresponde a Cristo dicha profecía.
El mismo profeta, en su libro, cap. 51, vr. 4, dice: “Estad atentos a mí, pueblo mío, y oídme, nación mía; porque de mí saldrá la ley, y mi juicio descubriré para luz de los pueblos.” (Gloria a Dios).
Exactamente en predicaciones anteriores, les he citado donde Dios dice que es mejor el prestar atención que los sacrificios.
En este pasaje recién citado dice: “Estad atentos a mí, pueblo mío”; por eso mismo nosotros documentamos nuestro hablar con la Santa Biblia, para que cada persona compruebe y estudie a la vez, con nosotros, la gloriosa palabra de Dios.
Ahora, en el tiempo de Isaías, la ley de Israel hacía varios siglos que estaba en vigor; entonces, ¿por qué dice Dios: “oídme, nación mía; porque de mí saldrá la ley”? ¿De qué ley hablaba Dios siendo que su ley ya estaba? ¿Qué juicio iba a descubrir para luz de los pueblos?
Quiera Dios darnos gracia a todos para que todos podamos alcanzar a entender la grandeza de su Obra.
He dicho antes y digo ahora, que en las Tres Personas Divinas no hay enemistad, es todo un acuerdo perfecto y así son los dos pactos con el Tercero entretejido entre los dos.
Por eso dijo Cristo: “La ley y los profetas, hasta Juan profetizaron.”
Eso lo dijo, dando a entender que la Ley y lo que los profetas hablaban sobre dicha Ley, hasta allí llegaba. Porque no se pueden interpretar de otra forma las palabras del Señor, siendo que muchos profetas del Viejo Testamento hablaron de Jesús sobre su Segunda Venida, cosa que todavía falta cumplirse.
En la mente creo de nadie, cabe que el Señor iba a ignorar dichas profecías. Entonces queda aclarado que lo que prácticamente terminaba, eran la Ley y las ordenanzas que hemos documentado en el contrapunto profético, donde Dios dice claramente lo que ya había envejecido y tocado a su fin; quedándole, pues, el camino abierto al pueblo Amado de Dios, el Camino de la Gracia, que aunque muchos no lo quisieron entender, prácticamente la ley y los profetas de la ley hasta Juan profetizaron, porque, como digo, de ahí en adelante el pueblo fue esparcido, y después, ¿quién guardó la Ley?
Es claro que el que ama tiene miedo de ofender, y es razonable que sea cauteloso, pero entendiendo en este caso que el Amado, Nuestro Dios, Él mismo nos prepara un camino mejor, más excelente, más fácil.
¿Por qué entonces no seguirlo? ¿Si se está viendo claro que es Dios el que nos quiere ayudar y hasta su trono llevar? Otra cosa importante tenemos de la Ley, que entra también entre las cosas que si sabemos interpretar, dejan de tomar su forma de sombra y bosquejo para tomar su valor real y espiritual. Y ésto es nada menos que la circuncisión.
¿Por qué fue impuesta de Dios la circuncisión? (Génesis, cap. 17, vr. 11 – Romanos, cap. 4, vr. 11). ¿No fue acaso por señal y sello de la justicia por la fe que tuvo Abraham antes de la circuncisión, es decir, en la incircuncisión? Porque antes de Dios darle a Abraham el mandamiento de la circuncisión, como está escrito: (Génesis, cap. 17, vr. 11): “Circuncidaréis, pues, la carne de vuestro prepucio, y será por señal del pacto entre mí y vosotros.”
Como decía, antes del mandamiento de la circuncisión, Dios había bendecido en gran manera a Abraham por la fe. Y sino, veamos cómo se desarrollaron las cosas cuando este patriarca Abraham, hablando en visión con Dios, le hacía notar que no le había dado prole y por lo tanto, el único heredero era uno nacido en su casa.
“Y luego la palabra de Jehová fué á él diciendo: No te heredará éste, sino el que saldrá de tus entrañas será el que te herede”. (Génesis, cap. 15, vrs. 5 y 6): “Y sacóle fuera, y dijo: Mira ahora a los cielos, y cuenta las estrellas, si las puedes contar. Y le dijo: Así será tu simiente. Y creyó a Jehová, y contóselo por justicia.”
Quiere decir entonces, que la bendición y la promesa vino por la fe, porque como dice el vr. 6: “Y creyó a Jehová, y contóselo por justicia.”
Así que la bendición no vino por la circuncisión, sino por la fe, porque después de estas cosas fue dado el mandamiento de la circuncisión, como leemos en Génesis, cap. 17, vr. 11: “Circuncidaréis, pues, la carne de vuestro prepucio, y será por señal del pacto entre mí y vosotros.” Y así es que también la fe obra en el mismo pueblo, porque si no creyesen que ese fue un mandamiento, no lo harían; así es que con el mandamiento, también obra la fe entre el Pueblo, así que para el Pueblo Hebreo, le fue dada la circuncisión.
En la Obra Segunda, que es la Obra Cristiana, fue dado en ese lugar el Bautismo del agua, que también en el Bautismo tiene que obrar la fe, porque si no tiene fe y cree, no se bautiza, como está escrito (San Marcos, cap. 16, vr. 16): “El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.”
Por lo tanto, está muy acertado San Pablo cuando habla y dice, guiado de Dios, así: (Romanos, cap. 4, vrs. 13 y 16): “Porque no por la ley fue dada la promesa a Abraham o a su simiente, que sería heredero del mundo, sino por la justicia de la fe.” “Por tanto es por la fe, para que sea por gracia; para que la promesa sea firme a toda simiente, no solamente al que es de la ley, mas también al que es de la fe de Abraham, el cual es padre de todos nosotros.” Por la fe, porque en todo lo que Dios le dijo, creyó y no dudó, antes confió.
Este misterio, grande es y digno de ser estudiado. Lo seguiremos, pues, con la ayuda y gracia de los Tres. Amén.