Siguiendo la predicación anterior, vemos el contrapunto profético, entablado por los profetas de Dios por la misma inspiración divina, para que todo quedara encerrado en misterio y secreto hasta su tiempo.
Porque mientras le dice al profeta Daniel (Daniel, cap. 12, vr. 9): “Anda, Daniel, que estas palabras están cerradas y selladas hasta el tiempo del cumplimiento.”
A Juan el Teólogo, le dice en Apocalipsis, cap. 22, vr. 10, así: “Y me dijo: No selles las palabras de la profecía de este libro; porque el tiempo está cerca.”
Quiere decir entonces, que Dios mismo encerró bajo misterio y secreto su Obra, porque tenemos que entender que por sobre la historia del mundo y de los hombres, está la historia eterna y maravillosa de Dios. Por eso decía en la predicación anterior, que es necesario penetrar en el secreto de Dios. Y Cristo lo dice y admite cuando dice en San Juan, cap. 15, vrs. 15, 26 y 27: “Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: mas os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os he hecho notorias.” “Empero cuando viniere el Consolador, el cual yo os enviaré del Padre, el Espíritu de verdad, el cual procede del Padre, él dará testimonio de mí. Y vosotros daréis testimonio, porque estáis conmigo desde el principio.”
Esto nos aclara que Dios siempre tuvo lámpara encendida delante de su Pueblo. Les aclaro que esto de la lámpara encendida, no se trata de una lámpara a querosene, que podemos comprar en cualquier ferretería o bazar. Cuando Dios dice lámpara encendida, quiere decir que Dios alumbra con su Santa Palabra en medio de su Pueblo, mediante su Ungido, su Mensajero, Profeta o Apóstol enviado. Porque, de lo contrario, se cumple el dicho de San Pablo a los Romanos, cap. 10, vr. 15:
“¿Y cómo predicarán si no fueren enviados? Como está escrito: ¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian el evangelio de la paz, de los que anuncian el evangelio de los bienes!”
Isaías, cap. 52, vrs. 8 y 9 dice: “¡Voz de tus atalayas! Alzarán la voz, juntamente darán voces de júbilo; porque ojo a ojo verán que Jehová vuelve a traer a Sión. Cantad alabanzas, alegraos juntamente, soledades de Jerusalem: porque Jehová ha consolado su pueblo, a Jerusalem ha redimido.”
Citando estos pasajes, recuerdo otro de Nuestro Señor, escrito en San Juan, cap. 10, vrs. del 1 hasta el 11, que dice así: “De cierto, de cierto os digo: El que no entra por la puerta en el corral de las ovejas, mas sube por otra parte, el tal es ladrón y robador. Mas el que entra por la puerta, el pastor de las ovejas es. A éste abre el portero, y las ovejas oyen su voz: y a sus ovejas llama por nombre, y las saca. Y como ha sacado fuera todas las propias, va delante de ellas; y las ovejas le siguen, porque conocen su voz. Mas al extraño no seguirán, antes huirán de él: porque no conocen la voz de los extraños. Esta parábola les dijo Jesús; mas ellos no entendieron qué era lo que les decía. Volvióles, pues, Jesús a decir: De cierto, de cierto os digo: Yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que antes de mí vinieron, ladrones son y robadores; mas no los oyeron las ovejas. Yo soy la puerta: el que por mí entrare, será salvo; y entrará, y saldrá, y hallará pastos. El ladrón no viene sino para hurtar, y matar, y destruir: yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia. Yo soy el buen pastor: el buen pastor su vida da por las ovejas.”
De esta parábola de Nuestro Señor, es necesario aclarar donde dice en el vr. 8: “Todos los que antes de mí vinieron, ladrones son y robadores.” Digo es necesario aclarar, porque en ningún momento el Señor lo dijo por ninguno de los profetas del Viejo Testamento, sino que se refería a gentes que nada tenían que ver con la Obra viva de Dios, y ésto lo encontramos documentado en los Hechos de los Apóstoles, cap. 5, vr. 34, que dice:
“Entonces levantándose en el concilio un Fariseo llamado Gamaliel, doctor de la ley, venerable a todo el pueblo, mandó que sacasen fuera un poco a los apóstoles. Y les dijo: Varones Israelitas, mirad por vosotros acerca de estos hombres en lo que habéis de hacer. Porque antes de estos días se levantó Teudas, diciendo que era alguien; al que se agregó un número de hombres como cuatrocientos: el cuál fue matado; y todos los que le creyeron fueron dispersos, y reducidos a nada. Después de éste, se levantó Judas el Galileo en los días del empadronamiento, y llevó mucho pueblo tras sí. Pereció también aquél; y todos los que consintieron con él, fueron derramados. Y ahora os digo: Dejaos de estos hombres, y dejadlos; porque si este consejo o esta obra es de los hombres, se desvanecerá: Mas si es de Dios, no la podréis deshacer; no seáis tal vez hallados resistiendo a Dios. Y convinieron con él: y llamando a los apóstoles, después de azotados, les intimaron que no hablasen en el nombre de Jesús, y soltáronlos. Y ellos partieron de delante del concilio, gozosos de que fuesen tenidos por dignos de padecer afrenta por el Nombre. Y todos los días, en el templo y por las casas, no cesaban de enseñar y predicar a Jesucristo.”
Volvamos, pues, al contrapunto profético y recordemos que en la predicación anterior, documentamos que Isaías, Jeremías, David, Samuel, Salomón, profetizaron en sus distintos tiempos haciendo notar bien a las claras, que Dios no se agradaba más de aquellos presentes, holocaustos, nuevas lunas y sábados: sino que le agradaba más el prestar atención; y por eso Jesús les dijo, en el Evangelio según Juan, cap. 5, vr. 39, así: “Escudriñad las Escrituras, porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí.”
Esas palabras de Nuestro Señor, deben de entrar con todo vigor en estos tiempos; conviene que todos tomemos la Santa Biblia y que escudriñemos, meditemos. Porque si bien Dios siempre tuvo lámpara encendida en medio de su Pueblo, excepto tiempos de castigos por la transgresión del Pueblo, cumplido esto, volvía a aparecer el profeta de Dios. Como decía, si bien Dios siempre tuvo lámpara encendida en medio de su Pueblo, para llevarlo, como quien dice, de la mano, así a los del Viejo Testamento como al Pueblo de la Segunda Obra, y así con los Pastores guiados del Espíritu Santo en la Tercera Obra, como decía, si bien el Trino nos hizo llevar de la mano, no le quita, por otro lado, que a través de los siglos hasta nuestros días, haya dominado por completo la maravillosa palabra de Nuestro Señor Jesucristo en la parábola de las tres medidas de harina. (Gloria a Dios).
Porque podemos decir que con las Tres Obras separadas, cada pueblo ha estado con sus leyes y sus cosas. Pero ahora, la levadura escondida en las tres medidas de harina, que no es otra cosa que el secreto y misterio de Dios escondido en los Tres Pueblos, ha llegado a su punto culminante, en que todo está leudo. Por lo tanto, debemos de empezar a estudiar y encarar la Obra de Dios así como Él la planteó, tan gloriosa y maravillosa, que se escapó a la vista e inteligencia de los hombres, de tal forma, que unos crucificaron al Señor de Gloria, otros se idolatraron, como dice la Santa Biblia; y el Pueblo servidor siguió, como dice el profeta: con el continuo sacrificio. En esto también he de recalcar que entre sacrificio, hay sacrificio. Ahora, por lo menos, es tiempo de entendimiento, tiempo de Alianza Espiritual.
Tiempo de convenir qué es lo que Dios se propuso hacer aquí en la tierra con el hombre. Nadie quiere sacar a nadie de ningún lado, pero se trata que Dios quiere que cada uno vea el Camino por sus propios ojos.
Dios mismo quiere aclarar al hombre el misterio de su Obra, la que hasta ahora fue comprendida en partes.
Por eso el contrapunto profético y el dicho de Nuestro Señor: “La ley y los profetas, hasta Juan profetizaron.”
Otra vez dijo: “Yo no vine a abrogar la ley, sino a cumplir.”
Por otra parte, lo acusaban abiertamente como leemos en los Evangelios, que Él no guardaba el sábado. “Y les decía también una parábola: (Lucas, 5, vr. 36 hasta terminar) Nadie mete remiendo de paño nuevo en vestido viejo; de otra manera, el nuevo rompe, y al viejo no conviene remiendo nuevo. Y nadie echa vino nuevo en cueros viejos; de otra manera, el vino nuevo romperá los cueros, y el vino se derramará, y los cueros se perderán. Mas el vino nuevo en cueros nuevos se ha de echar; y lo uno y lo otro se conserva. Y ninguno que bebiere del añejo, quiere luego el nuevo; porque dice: el añejo es mejor.” Por eso dijo San Pablo: “Acomodando lo espiritual a lo espiritual.” Y así es que está escrito: “Lo que os justificáis por la ley, de la gracia habéis caído.”
¿Cómo podemos guardar mitad de un pacto y mitad del otro? De ninguna manera. Quiere decir, que el que se justifica por la ley, de la gracia ha caído. Cristo no interviene. Está obligado a guardar toda la Ley. Cristo dijo al respecto: “¿Por qué me procuráis matar, si ninguno de vosotros guarda la Ley?”
En vez, vemos la inteligencia de los doce Apóstoles de Cristo, que dejando la Ley de Letra del Viejo Testamento, abrazaron la Ley de la Gracia de Nuestro Señor Jesucristo.
Como lo dice San Pablo a los Corintios, Primera Epístola, cap. 9, vrs. 20 y 21: “Heme hecho a los Judíos como Judío, por ganar a los Judíos; a los que están sujetos a la ley (aunque yo no sea sujeto a la ley) como sujeto a la ley, por ganar a los que están sujetos a la ley; A los que son sin ley, como si yo fuera sin ley, (no estando yo sin ley de Dios, mas en la ley de Cristo) por ganar a los que estaban sin ley.”
Vemos en este hablar de San Pablo, que este Apóstol interpretaba muy bien los dos pactos. Ahora bien, en cuanto a la flaqueza de la fe, porque no todos tienen la misma fe, y a causa de la conciencia, lo encontramos otra vez a San Pablo hablando sabiamente por la guía y gracia del Trino Triunfal. Y citaremos dichos textos, porque son muy oportunos en estos momentos, hablando sobre el día de guardar y la comida, porque como ustedes sabrán, el Viejo Testamento tiene leyes al respecto.
Leeremos, por lo tanto, San Pablo a los Romanos, cap. 14, eligiendo algunos versículos, a causa de la hora: vrs. 1, 2, 5, 6, 14, 15, 16, 17 y 20: “Recibid al flaco en la fe, pero no para contiendas de disputas. Porque uno cree que se ha de comer de todas cosas: otro que es débil, come legumbres.” “Uno hace diferencia entre día y día; otro juzga iguales todos los días. Cada uno esté asegurado en su ánimo. El que hace caso del día, hácelo para el Señor: y el que no hace caso del día, no lo hace para el Señor. El que come, come para el Señor, porque da gracias a Dios; y el que no come, no come para el Señor, y da gracias a Dios.” “Yo sé, y confío en el Señor Jesús, que de suyo nada hay inmundo: mas a aquel que piensa alguna cosa ser inmunda, para él es inmunda. Empero si por causa de la comida tu hermano es contristado, ya no andas conforme a la caridad. No arruines con tu comida a aquel por el cual Cristo murió. No seas pues blasfemado vuestro bien: Que el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia y paz y gozo por el Espíritu Santo.” “No destruyas la obra de Dios por causa de la comida.”
Como ustedes pueden apreciar, se ve bien el contrapunto entablado por los dos pactos, que el Apóstol tolera por la gracia de Dios a causa de la flaqueza y debilidad del creyente en la fe, que es en Cristo Jesús.
Seguiremos en la próxima predicación, si Dios quiere, con el contrapunto profético y los dos pactos. (Gloria a Dios).