El Jardín de Jehová

Libro "La Biblia Aclarada", Cap. 13, Tomo 1

Narración: Hno. Mauricio Genolet

¿Qué les parece si estudiamos un poco y aprovechamos a la vez ese viaje de Juan el Teólogo a la Santa Ciudad, la Jerusalén Nueva, y veamos qué podemos sacar de provecho en un viaje tan hermoso como lo fue el de este Apóstol en visión de Dios? En aquella ciudad eterna, donde con la ayuda de Nuestro Señor iremos, no hay Templo, porque, como dice San Juan (Apocalipsis 21, vr. 22): “Y no vi en ella templo; porque el Señor Dios Todopoderoso es el templo de ella, y el Cordero.” Así entonces, seremos gobernados y dirigidos directamente del Trino de Amor. No habrá necesidad ni de este sol ni de esta luna “porque la claridad de Dios la iluminó, y el Cordero era su lumbrera.” Pues bien, así como describe Juan, y como él vio al Cordero, quiere decir, al Hijo de Dios, Nuestro Señor Jesucristo, así los Israelitas esperaban al Mesías, un verdadero Dios, que ahora sí, viene para los dos.

¿Cuáles son las naciones que han sido salvas que andarán a la lumbre de ella? ¿De qué reyes habla Juan, que traerán su gloria y honor a ella? ¿Qué Naciones andarán a su lumbre? Dice Juan que allí no habrá noche, y creo que bien dice, porque ¿los ángeles duermen? O sino, ¿los ángeles se fatigan, se cansan a causa de andar como el hombre? Ahora bien, esta ciudad eterna, dice él (vr. 12): “Y tenía un muro grande y alto con doce puertas; y en las puertas, doce ángeles, y nombres escritos, que son los de las doce tribus de los hijos de Israel. Al oriente tres puertas; al norte tres puertas; al mediodía tres puertas; al poniente tres puertas. Y el muro de la ciudad tenía doce fundamentos, y en ellos los doce nombres de los doce apóstoles del Cordero.” Ahora, en cuanto a las medidas de la Ciudad, también tienen su valor simbólico y profético. “Y el material de su muro era de jaspe: mas la ciudad era de oro puro, semejante al vidrio limpio. Y los fundamentos del muro de la ciudad estaban adornados de toda piedra preciosa. El primer fundamento era jaspe; el segundo, zafiro; el tercero, calcedonia; el cuarto, esmeralda; el quinto, sardónica; es sexto, sardio; el séptimo, crisólito; el octavo, berilo; el nono, topacio; el décimo, crisopraso; el undécimo, jacinto; el duodécimo, amatista. Y las doce puertas eran doce perlas, en cada una, una; cada puerta era de una perla. Y la plaza de la ciudad era de oro puro como vidrio transparente.” Ahora bien, en una tan hermosa y brillante ciudad, como jamás se ha visto y teniendo una tan hermosa plaza, nada menos que de oro puro, como vidrio transparente, ¿cómo puede allí faltar el jardín? ¿No les parece que es imposible que en tan maravillosa ciudad falte el jardín? Y además vemos que Dios, el Creador, adornó la tierra con su plantío y su jardín. ¿Cómo puede faltar en lo eterno, donde está el Trino, su verdadero plantío y jardín? En el Cantar de Cantares del Rey Salomón, dice (cap. 2): “Yo soy la rosa de Sarón, y el lirio de los valles. Como el lirio entre las espinas, así es mi amiga entre las doncellas. Como el manzano entre los árboles silvestres, así es mi amado entre los mancebos.” (Cap. 4, vrs. 13 y 14): “Tus renuevos paraíso de granados, con frutos suaves, de cámphoras y nardos.” (Cap. 6, vr. 2): “Mi amado descendió a su huerto, a las eras de los aromas para apacentar en los huertos, y para coger los lirios.” (Cap. 6, vr. 11): “Al huerto de los nogales descendí a ver los frutos del valle, y para ver si brotaban las vides, si florecían los granados.” (Cap. 8, vr. 14): “Huye, amado mío; y sé semejante al gamo, o al cervatillo, sobre las montañas de los aromas.” Este Cantar de Cantares hay que interpretarlo; es, en todo el sentido de la palabra, el verdadero Cantar de Cantares. Dios le dio gracia al Rey Salomón y tan alta sabiduría y guía, que pudo, no solamente gobernar con sabiduría a Israel, sino que compuso muchos proverbios, escribió el libro de Eclesiastés y el Cantar de los Cantares, que es una gloriosa y estupenda profecía, porque no hay que interpretar ninguno de estos libros en forma terrena y carnal, sino su interpretación debe ser espiritual, celestial. Así que el plantío de Jehová no puede faltar en tan hermosa y reluciente Ciudad. Ahora es claro, que entre tierra hay tierra, y entre plantas, hay plantas, y si no, veamos qué dice Isaías profeta, cap. 55, vr. 12: “Porque con alegría saldréis, y con paz seréis vueltos; los montes y los collados levantarán canción delante de vosotros, y todos los árboles del campo darán palmadas de aplausos.” ¿Ustedes han visto algún árbol aplaudir? ¿Entonces de qué árboles habla el profeta? ¿Ustedes han visto los montes y los collados levantar canción? ¿De qué montes y collados habla el profeta de Dios?

Quiera Dios darnos gracia de entender su Santa y Divina Palabra, para poder cada día acercarnos más y más a Dios y hacer su Santa y Divina voluntad. (Gloria a Dios).

Ahora es el tiempo del renuevo” como dice en los Cantares, con fruto suave. ¿Cuál es el fruto suave? ¿No es acaso la oración, la ofrenda a Dios voluntaria del corazón? ¿Cuál es la mejor ofrenda? ¿No es acaso la verdadera oración directa a Dios? En secreto, como dijo Jesús, (San Mateo, cap. 6, vr. 6): “Mas tú, cuando oras, éntrate en tu cámara, y cerrada tu puerta, ora á tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en secreto, te recompensará en público. Y orando, no seáis prolijos, como los Gentiles; que piensan que por su parlería serán oídos.” Repito, pues, otra vez: ¿Cuál es el fruto suave? ¿Cuál es la verdadera ofrenda y el verdadero diezmo? Porque si Dios reclamó el diezmo a la casa de Israel (Números, cap. 26, vr. 62) para la Tribu de los Levitas (Números, cap. 3, vrs. 6 al 16), (Números, cap. 18, vrs. 20 y 21): porque a todas las tribus dio tierra, menos a los Levitas, (Deuteronomio, cap. 18, vrs. 1 hasta al 8): para que se consagraran solamente a Dios; por lo tanto, del diezmo vivían ellos. Como decía, si todo fue sombra y bosquejo de lo porvenir, ¿cuál es la ofrenda y el diezmo que ahora corresponde? ¿No tendrá su significado espiritual a la vez que material?

Sigamos adelante escalando el Monte de la Santidad de Dios; porque esto del fruto suave es grandioso y estupendo. Maravillas de Dios y grandezas del Trino de Amor, que recrean la mente y el corazón. Entonces creo que estuvo acertado Elías, Mensajero de Dios, cuando interpretó de parte de Dios, que de adentro de la Asamblea Cristiana, debía de salir el Escuadrón del Pueblo Santo, que dice el profeta Daniel. Y de adentro del Escuadrón del Pueblo Santo, debía de surgir el Jardín de Jehová, viviente y floreciente como la Vara de Aarón que reverdeció, como está escrito (Números, cap. 17, vr. 8): “Y aconteció que el día siguiente vino Moisés al tabernáculo del testimonio; y he aquí que la vara de Aarón de la casa de Leví había brotado, y echado flores, y arrojado renuevos, y producido almendras.” ¿Qué significado tiene la vara de Aarón?

(Hebreos, cap. 9, vr. 4) ¿Que nada menos que en el arca del pacto y dentro de una urna de oro, que contenía el maná y las tablas del pacto estaba también la vara de Aarón que reverdeció?

También aquella vara había echado flores.

Hasta las lámparas (Hebreos, cap. 9, vr. 2) o candelero que era de oro puro, (Éxodo, cap. 25, vrs. 31 hasta el 36) leemos en el Viejo Testamento que tenía labrado todo a martillo, sus copas, sus manzanas y sus flores. Dicho candelero tenía seis brazos: tres brazos del candelero de un lado, y tres brazos del otro. Tres copas en forma de almendras, una manzana y una flor. Así que como decía, vemos que entre las cosas sagradas del Viejo Testamento y entre el lugar santo y santísimo que estaban dentro del Tabernáculo, se encontraban simbólicamente representadas las flores de Dios. Por lo tanto, no podían faltar en la Ciudad Eterna, el verdadero plantío de Jehová. Ese plantío que razona, que aplaude, que bate palmas a Jehová, que despide su perfume desde la tierra, llegando hasta el trono de Dios, mediante las oraciones, peticiones, acciones de gracia, que torna todo sobre las montañas de los aromas. Así es que en los Cantares leemos (vr. 2): “Yo soy la rosa de Sarón, y el lirio de los valles.” ¿Quién es el que habla en los Cantares? ¿Me saben decir algo sobre la hija de Jephté?

Porque él hizo voto a Jehová, diciendo (Jueces, cap. 11, vr. 30): “Si entregares á los Ammonitas en mis manos, cualquiera que me saliere á recibir de las puertas de mi casa, cuando volviere de los Ammonitas en paz, será de Jehová, y le ofreceré en holocausto. Pasó pues Jephté á los hijos de Ammón para pelear contra ellos; y Jehová los entregó en su mano”. “Y volviendo Jephté a Mizpa á su casa, he aquí que su hija le salió á recibir con adufes y danzas, y era la sola, la única suya; no tenía fuera de ella otro hijo ni hija.” Ahora bien, este voto, vino de Dios por inspiración, por eso cuando Jephté lamentó por su hija, ella contestó aceptando el voto del padre a Dios. De Dios, fuerzas recibió, para sobreponerse a lo terreno y carnal, y así continuar una vida santa y angelical. “De aquí fue la costumbre en Israel (cap. 11, vr. 40) que de año en año iban las doncellas de Israel á endechar á la hija de Jephté Galaadita, cuatro días en el año.” Ahora bien, ¿qué quiere decir todo esto? Quiere decir que de ahí vienen las Rosas de Sarón. Porque las Rosas de Sarón son una consagración. Consagración voluntaria, con alegría y amor. Amor al Trino y a la Corte Superior. Las Rosas son nueve, por cada Obra, tres.

Si quieren ser Rosas, servir deben al gran Rey. Las Rosas viven, y en el Jardín de Jehová están. Son Rosas hermosas que cantan, danzan y glorias a Dios dan. Aprovecho pues, este momento, para las Rosas de Sarón saludar.

Estas son las flores, y este es el Jardín de Jehová: lirios, azucenas, nardos, manzanos, granados, este es el huerto de los nogales, donde están los frutos del valle. Así también es este, el Cantar de Cantares. Estas son las plantas que hermosearán la Plaza de la Santa Ciudad, de la Ciudad Eterna, de la Nueva Jerusalén que vio Juan el Teólogo, en grande y majestuosa visión de Dios.

Así hablaron los profetas de Dios, para que se cumpliese el dicho del profeta Habacuc (cap. 2, vr. 2): “Escribe la visión, y declárala en tablas, para que corra el que leyere en ella.” Por eso nosotros danzamos y festejamos este grandioso Triunfo de Dios. Danzaron desde un principio las Rosas, danzaron los profetas, danzaron los Reyes, así como David y como está escrito (Segunda Samuel, cap. 6, vr. 5): “Y David y toda la casa de Israel danzaban delante de Jehová con toda suerte de instrumentos de madera de haya; con arpas, salterios, adufes, flautas y címbalos.” Danzaron las profetisas. (Éxodo, cap. 15, vrs. 20 y 21).

Danzamos también nosotros, festejando el triunfo de Dios. Danza de Gloria, danza santa, danza no mundana sino, danza de Dios. Todo lo que hacemos es consagrado a Dios, en pureza, santidad, lealtad y verdad. Es camino de justicia, es camino de paz, camino de la gloria, camino inmortal. El que quiera creer, que crea, antes que tarde sea. Nosotros vamos escalando el Monte. Los Apóstoles y profetas nos acompañan con sus dichos y sus marchas. Las profetisas no faltan, las Tres Obras presentamos, el Reino Santo anunciamos. La parábola, el misterio y el bosquejo aclaramos. Los dones santos cultivamos, al Padre Eterno alabamos. (Mateo 10, vr. 8): De balde recibimos, de balde damos. Con la lectura de Isaías, cap. 55, esta predicación terminamos. “A todos los sedientos: venid á las aguas; y los que no tienen dinero, venid, comprad, y comed. Venid, comprad, sin dinero y sin precio, vino y leche. ¿Por qué gastáis el dinero no en pan, y vuestro trabajo no en hartura? Oídme atentamente, y comed del bien, y deleitaráse vuestra alma con grosura.”

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