Así que siguiendo la predicación anterior sobre el reposo, donde habla San Pablo a los Hebreos, cap. 4, que dice: “Temamos pues, que quedando aun la promesa de entrar en su reposo, parezca alguno de vosotros haberse apartado. Porque también a nosotros se nos ha evangelizado como a ellos, mas no le aprovechó el oír la palabra a los que la oyeron sin mezclar fe. Empero entramos en el reposo los que hemos creído, de la manera que dijo: Como juré en mi ira, no entrarán en mi reposo: aun acabadas las obras desde el principio del mundo.” ¿Ahora bien, de qué reposo hablaba Dios? ¿Por qué dijo Dios:
“No entrarán en mi reposo aun acabadas las obras desde el principio del mundo.”?
¿Qué quiso decir Dios con eso? Si es por el día del sábado todos si queremos, lo podemos guardar. Porque no tenemos más que dejar de trabajar ese día, y ya estamos en el reposo. Pero se ve bien claro que el reposo no es el día, porque si no, no hubiese dicho Dios con firmeza como lo cita San Pablo en el vr. 3, de la manera que dijo: “Como juré en mi ira, no entrarán en mi reposo.”
Quiere decir entonces que no depende de nosotros, como si se tratara del día, que siempre que Dios nos prestare la vida, podíamos decir: si quiero, lo guardo, sí o no. Pero se trata de otro reposo, que no es el día. Por eso insistimos en lo que está escrito: “Como juré en mi ira, no entrarán en mi reposo.” Así que razonemos tranquilamente, recordemos la predicación anterior, pensemos las distintas formas de buscar el reposo, tanto hasta ahora, por parte de Dios, como por parte de los hombres, y volvamos otra vez a buscar la sabiduría y ciencia de Dios, mediante la gloriosa inspiración divina que tenía San Pablo y como lo describe a los Corintios, primera Epístola, cap. 15, vr. 45, donde dice: “Así también está escrito: Fue hecho el primer hombre Adam en ánima viviente; el postrer Adam en espíritu vivificante. Mas lo espiritual no es primero, sino lo animal; luego lo espiritual. El primer hombre, es de la tierra, terreno: el segundo hombre, que es el Señor, es del cielo. Cual el terreno, tales también los terrenos; y cual el celestial, tales también los celestiales. Y como trajimos la imagen del terreno, traeremos también la imagen del celestial. Esto empero digo, hermanos: que la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios; ni la corrupción hereda la incorrupción. He aquí, os digo un misterio: Todos ciertamente no dormiremos, mas todos seremos transformados, en un momento, en un abrir y cerrar de ojo, a la final trompeta; porque será tocada la trompeta, y los muertos serán levantados sin corrupción, y nosotros seremos transformados. Porque es menester que esto corruptible sea vestido de incorrupción, y esto mortal sea vestido de inmortalidad.”
Ahora bien, vamos a detenernos un poco, y sin apuro volveremos al vr. 45, donde dice: “Fue hecho el primer Adam en ánima viviente”. Nos viene muy bien esta parte para dejar aclarado que todos, como Adam, hemos recibido el espíritu de vida, más claro aún, diré el espíritu que nos convirtió en ánima viviente; cuando se retira ese espíritu, sucede la muerte. Ahora bien, este asunto del cuerpo humano, es grande y digno de su Creador.
El predicador, hijo de David, rey en Jerusalém, dijo al respecto (Eclesiastés 12, vr. 7): “Y el polvo se torne a la tierra, como era, y el espíritu se vuelva a Dios que lo dio.” El postrer Adam en espíritu vivificante, quiere decir que el postrer Adam, o sea Nuestro Señor Jesucristo, es Espíritu de vida, dueño de sí mismo como el Padre; por eso decía (Juan 12, vr. 32): “Y yo, si fuere levantado de la tierra, a todos traeré a mí mismo.” Y otra vez (Juan, cap. 13, vr. 32): “Si Dios es glorificado en él, Dios también le glorificará a sí mismo, y luego le glorificará.” ¿De qué clase de glorificación hablaba Jesús? ¿Por qué dijo: “El espíritu es el que da vida; la carne nada aprovecha: las palabras que yo os he hablado, son espíritu y son vida”? ¿Por qué dijo San Pablo: “Mas lo espiritual no es primero, sino lo animal, luego lo espiritual”?
Entre espíritu hay espíritu. Y les digo que hay distintos ramales, tanto del bueno como del malo. (Por eso dijo San Juan: “Examinad los espíritus, si son de Dios.”).
“Esto empero digo, hermanos, que la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios, ni la corrupción hereda la incorrupción.” Este versículo 50, es el que vamos a repetir y estudiar. Ahí está la llave de nuestra afirmación que el reino de Dios no puede ser aquí en la tierra, y por lo tanto el reposo eterno no es aquí. Porque si la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios, quiere decir que seremos transformados, como dice San Pablo a los Filipenses, cap. 3, vrs. 20 y 21, que dice:
“Mas nuestra vivienda es en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo. El cual transformará el cuerpo de nuestra bajeza para ser semejante al cuerpo de su gloria, por la operación con la cual puede también sujetar a sí todas las cosas.”
Así que queda confirmado y documentado bíblicamente que seremos transformados. Ahora bien, al ser transformados semejantes al cuerpo su gloria, quiere decir: transformados como los ángeles. Por eso, cuando le preguntaron a Jesús los saduceos, que dicen que no hay resurrección, sobre aquella mujer que había enviudado varias veces, en la resurrección, de quién sería mujer, siendo que varias veces se había casado. El Señor Jesús contestó así: (Marcos 12, vrs. del 24 al 27): “Entonces respondiendo Jesús, les dice: ¿No erráis por eso, porque no sabéis las Escrituras, ni la potencia de Dios? Porque cuando resucitarán de los muertos, ni se casarán, ni serán dados en casamiento, mas son como los ángeles que están en los cielos. Y de que los muertos hayan de resucitar, ¿no habéis leído en el libro de Moisés cómo le habló Dios en la zarza, diciendo: Yo soy el Dios de Abraham, y el Dios de Isaac, y el Dios de Jacob? No es Dios de muertos, mas Dios de vivos; así que vosotros mucho erráis.” Como ustedes pueden apreciar, el lenguaje de Jesús es firme y terminante, por lo que confirma lo antes dicho. Pues bien, al ser transformados como ángeles en la venida del Hijo de Dios, o del Mesías, se cumplirá el dicho de San Pablo a los Tesalonicenses, primera Epístola, cap. 4, vr. 13 hasta terminar, que dice: “Tampoco hermanos, queremos que ignoréis, acerca de los que duermen, que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza. Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con él a los que durmieron en Jesús. Por lo cual, os decimos esto en palabra del Señor: que nosotros que vivimos, que habremos quedado hasta la venida del Señor, no seremos delanteros a los que durmieron. Porque el mismo Señor con aclaración, con voz de arcángel y con trompeta de Dios descenderá del cielo, y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros, los que vivimos, los que nos quedamos juntamente con ellos, seremos arrebatados en las nubes a recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor. Por eso, consolaos los unos a los otros, en estas palabras.” Así que piensen bien ustedes, estudien tranquilamente estas predicaciones guiadas del Espíritu Santo, estudien en los textos bíblicos citados, y razonando con la mente y el corazón, y pidiendo ayuda a Dios para entender, entonces llegarán a la conclusión de que las palabras de Dios, de Cristo, del Espíritu Santo y de los Apóstoles y profetas, son terminantes, sobre una vida mejor, y una esperanza eterna en los cielos. Y que todo esto, no ha sido más que una sombra y bosquejo del porvenir, de lo que damos gloria y gracias a Dios, que nos iluminó para llevar este Evangelio de Cristo de balde, a toda criatura. Criatura, llama Dios a todos los vivientes de buen corazón. Dios ha preparado que este Evangelio llegue a vuestras casas, a vuestros hogares, más aún a vuestros corazones, para que puedan escapar del fuego y del juicio eterno que se aproxima. El tiempo es cumplido, y el reino de los cielos se ha acercado. Por eso recuerdo el Salmo 24 de David, vr. 7 hasta terminar, que dice: “Alzad, oh puertas vuestras cabezas, y alzaos vosotros, puertas eternas, y entrará el Rey de Gloria. ¿Quién es este Rey de Gloria? Jehová, el fuerte y valiente. Jehová, el poderoso en batalla. Alzad, oh puertas vuestras cabezas. Y alzaos vosotras, puertas eternas. Y entrará el Rey de Gloria. ¿Quién es este Rey de Gloria? Jehová de los Ejércitos, Él es el Rey de la Gloria.” Como les decía, todo esto no ha sido más que una sombra y bosquejo de lo porvenir. Aquí, lo que convenía y conviene hacer, es el dicho del Predicador, Hijo de David, Rey en Jerusalém: (Eclesiastés, cap. 3, vrs. 12 y 13): “Yo he conocido que no hay mejor para ellos que alegrarse, y hacer bien en su vida: y también que es don de Dios que todo hombre coma y beba, y goce el bien de toda su labor.” Pero, como he dicho antes, no tomemos la libertad de Cristo como desenfreno, sino todas las cosas con orden y justicia. Pues bien, volvamos al principio. Así que la carne y la sangre no pueden heredar el Reino de los cielos; dijo también Nuestro Señor Jesucristo: “Seremos como los ángeles”, entiendan bien, como los ángeles, por eso “la corrupción no hereda la incorrupción”. Así que entonces pasaremos a ser inmortales.
Ahora, díganme ustedes: ¿los ángeles comen? ¿Precisan los ángeles de Dios esta comida material, cotidiana nuestra? Y nosotros, al ser transformados conforme al cuerpo de su gloria, como está escrito, que es lo mismo que decir como los ángeles, ¿precisaremos comer? ¿Entienden ahora el dicho ya citado y explicado de San Pablo?
Ahora, al ser transformados con tanta gloria, y al salir a su encuentro en los aires, como hemos leído, ¿a qué volveremos a esta tierra? ¿No les dije que entre tierra hay tierra? ¿Y para qué se va a sembrar y quién va a sembrar trigo, papas, boniatos, en fin, toda clase de verdura, y todo lo que el hombre aquí precisó siendo que el hombre pasa a ser inmortal? ¿Por qué dijo Cristo: “Voy a preparar lugar para vosotros”? ¿A dónde, pues, será el reposo? El que tiene oído para oír, oiga, alabe a Dios, y dé gloria a su santo nombre, porque Él es digno de gloria y alabanzas por los siglos.