Damos gracias a Dios, que Él, mediante su hijo unigénito, y por la guía del Espíritu Santo, nos ha indicado el camino, mostrándonos la base de la Obra.
Y esto me recuerda la parábola del Señor, según S. Mateo, capítulo 7, vrs. 24 y 25, que dice:
“Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la peña.”
“Y descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos y combatieron aquella casa, y no cayó, porque estaba fundada sobre la peña.”
Quiera Dios, que todos podamos estar firmes sobre la peña, cuya peña o piedra es Cristo.
Porque entonces, así se cumple el Salmo 91, que dice:
“El que habita al abrigo del Altísimo, morará bajo la sombra del Omnipotente.”
“Diré yo a Jehová: esperanza mía, y castillo mío; mi Dios, en Él confiaré.”
“Y él te librará del lazo del cazador: de la peste destruidora.”
“Con sus plumas te cubrirá, y debajo de sus alas, estarás seguro.”
“Escudo y adarga es su verdad. No tendrás temor de espanto nocturno, ni de saeta que vuele de día, ni de pestilencia que ande en oscuridad, ni de mortandad que en medio del día destruya.”
“Caerán a tu lado mil, y diez mil a tu diestra, más a ti no llegará.”
“Ciertamente, con tus ojos mirarás, y verás la recompensa de los impíos.”
“Porque tú has puesto a Jehová, que es mi esperanza, al Altísimo, por tu habitación, no te sobrevendrá mal, ni plaga tocará tu morada.”
Les decía, bueno es tener un fundamento firme, sólido. Porque como dice S. Pablo a los Corintios, primera epístola, capítulo 3, vrs. del 11 hasta el 15, en el que leemos:
“Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo.”
“Y si alguno edificare sobre este fundamento, oro, plata, piedras preciosas, madera, heno, hojarasca, la obra de cada uno será manifestada; porque el día la declarará; porque por fuego será manifestada; y la obra de cada uno, cual sea, el fuego hará la prueba.”
“Si permaneciera la obra de alguno que sobreedificó, recibirá recompensa.”
“Si la obra de alguno, fuere quemada, será perdida; él empero, será salvo, mas así como por fuego.”
Ahora, no pensemos nosotros que el oro, plata, piedras preciosas que dice el Apóstol, se refiere a esos metales o piedras propiamente dichos; sino que, delante de Dios, cada persona toma el valor de una verdadera joya, porque Cristo no vino a morir ni por oro ni por plata, sino por todas las criaturas que estamos en este mundo, quiere decir que de acuerdo a la nobleza del corazón, de la buena Obra de cada uno, de la justicia que se demuestre en sus dichos y hechos, Dios le da y dará el valor así de oro, plata, piedras preciosas, madera.
De lo contrario, como cosa opuesta, está el heno y hojarasca. Ahora, el dicho de que por fuego será manifestada quiere decir que debemos ser probados, como dice Malaquías, cap. 3, vr. 3: “Y sentarse ha para afinar y limpiar la plata; porque limpiará los Hijos de Leví, los afinará como a oro y como a plata y ofrecerán a Jehová ofrenda con justicia.” Y si no, veamos qué dice Job, en su libro, cap. 1, vrs. del 8 hasta el 12: “Y Jehová dijo a Satán: ¿No has considerado a mi siervo Job, que no hay otro como él en la tierra, varón perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado de mal? Y respondiendo Satán a Jehová, dijo: ¿Teme Job a Dios de balde? ¿No le has tú cercado a él y a su casa y a todo lo que tiene en derredor? Al trabajo de sus manos le has dado bendición; por tanto su hacienda ha crecido sobre la tierra. Mas extiende ahora tu mano y toca todo lo que tiene y verás si no te blasfema en tu rostro. Y dijo Jehová a Satán: He aquí todo lo que tiene está en tu mano; solamente no pongas tu mano sobre él. Y salió Satán de delante de Jehová.”
Para abreviar, diré que no precisó mucho el diablo para tornarle en una completa ruina lo que Dios le había dado mediante su bendición. Cuando Job vio semejante mal, leemos en el mismo capítulo del vr. 20 hasta terminar, que dice: “Entonces Job se levantó y rasgó su manto y trasquiló su cabeza y cayendo en tierra adoró.”
“Y dijo: Desnudo salí del vientre de mi madre y desnudo tornaré allá. Jehová dio y Jehová quitó: sea el nombre de Jehová bendito.” En todo esto no pecó Job ni atribuyó a Dios despropósito alguno. Volvieron, pues, a encontrarse Jehová y Satán y enseguida nos enteramos de la conversación, leyendo el cap. 2 del mismo libro, vr. 2, que dice: “Y dijo Jehová a Satán: ¿De dónde vienes? Respondió Satán a Jehová y dijo: De rodear la tierra y de andar por ella. Y Jehová dijo a Satán: ¿No has considerado a mi siervo Job que no hay otro como él en la tierra, varón perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal, y que aun retiene su perfección, habiéndome tú incitado contra él para que lo arruinara sin causa? Y respondiendo Satán dijo a Jehová: Piel por piel, todo lo que el hombre tiene dará por su vida. Mas extiende ahora tu mano y toca a su hueso y a su carne y verás si no te blasfema en tu rostro. Y Jehová dijo a Satán: He aquí él está en tu mano; mas guarda su vida. Y salió Satán de delante de Jehová e hirió a Job de una maligna sarna desde la planta de su pie hasta la mollera de su cabeza.”
“Y tomaba una teja para rascarse con ella y estaba sentado en medio de ceniza. Díjole entonces su mujer: ¿Aun retienes tú tu simplicidad? Bendice a Dios y muérete. Y él le dijo: Como suele hablar cualquiera de las mujeres fatuas, has hablado. También recibimos el bien de Dios ¿y el mal no recibiremos? En todo esto no pecó Job con sus labios. Y tres amigos de Job, Eliphaz Temanita, Bildad Suhita y Sophat Naamathita, luego que oyeron todo este mal que le había sobrevenido, vinieron cada uno de su lugar porque habían concertado de venir juntos a condolecerse de él y a consolarlo. Los cuales, alzando los ojos desde lejos, no lo conocieron y lloraron a voz en grito y cada uno de ellos rasgó su manto y esparcieron polvo sobre sus cabezas hacia el cielo. Así se sentaron con él en tierra por siete días y siete noches y ninguno le hablaba palabra, porque veían que el dolor era muy grande.” Al lamentarse Job de su suerte, porque no sabía él lo que pasaba respecto a la prueba que había sido puesto, por cuanto Satanás decía que le servía porque estaba sobrado de todo, y gozaba de perfecta salud; al lamentarse Job, sus amigos empezaron a atacarlo de a uno, entendiendo ellos menos que Job, el justo juicio de Dios. Porque Job, al ver que sus amigos lo tenían por castigado de Dios, él justificaba sus lamentos y decía: (Job, cap. 13, vrs. del 3 hasta el 5): “Mas yo hablaría con el Todopoderoso y querría razonar con Dios. Que ciertamente vosotros sois fraguadores de mentira; sois todos vosotros, médicos nulos. Ojalá callaréis del todo, porque os fuera sabiduría.” Y vuelve Job a decir (Job, cap. 23, vr. 10): “Mas él conoció mi camino; probaráme y saldré como oro.” La inspiración de Dios quiso que él mismo, sin saberlo, dijera por su boca lo que pasaba. Porque exactamente, probado era Job, y en la prueba salió como el oro fino. Porque Dios escuchó a Job en su dicho: “Mas yo hablaría con el Todopoderoso”. “Y respondió Jehová a Job (Job, cap. 38) desde un torbellino y dijo: ¿Quién es ese que oscurece el consejo con palabras sin sabiduría? Ahora ciñe como varón tus lomos; yo te preguntaré y hazme saber tú. ¿Dónde estabas cuando yo fundaba la tierra? Házmelo saber, si tienes inteligencia. ¿Quién ordenó sus medidas, si lo sabes? O ¿quién extendió sobre ella cordel? ¿Sobre qué están fundadas sus basas? ¿Supiste tú las ordenanzas de los cielos?” (vr. 33).
“¿Dispondrás tú de su potestad en la tierra? ¿Alzarás tú a las nubes tu voz, para que te cubra muchedumbre de aguas? ¿Enviarás tú los relámpagos para que ellos vayan?”
“Y diránte ellos: ¿henos aquí? ¿Quién puso la sabiduría en el interior? O ¿quién dio al entendimiento la inteligencia? ¿Quién puso por cuenta los cielos con sabiduría? Y los odres de los cielos, ¿quién los hace parar? ¿Cuando el polvo se ha convertido en dureza y los terrones se han pegado unos con otros?”
Estas son algunas de las preguntas que Dios hizo a Job. Y respondió Job a Jehová y dijo: “Yo conozco que todo lo puedes y que no hay pensamiento que se esconda de ti. ¿Quién es el que oscurece el consejo sin ciencia? Por tanto yo denunciaba lo que no entendía; cosas que me eran ocultas y que no las sabía. Oye, te ruego, y hablaré.”
“Te preguntaré y tú me enseñarás. De oídas te había oído; mas ahora mis ojos te ven. Por tanto me aborrezco y me arrepiento en el polvo y en la ceniza. Y aconteció que después que habló Jehová a Job estas palabras, Jehová dijo a Eliphaz Temanita: Mi ira se encendió contra ti y tus dos compañeros; porque no habéis hablado por mí lo recto como mi siervo Job. Y mudó Jehová la aflicción de Job, orando él por sus amigos; y aumentó al doble todas las cosas que habían sido de Job. Y bendijo Jehová la postrimería de Job más que su principio. Y después de esto vivió Job ciento y cuarenta años y vio a sus hijos y a los hijos de sus hijos hasta la cuarta generación. Murió pues, Job, viejo y lleno de días.” (Gloria a Dios)”.
En esta Historia Sagrada, vemos el justo juicio de Dios y aunque Job era contado varón grande más que todos los Orientales (Job, cap. 1, vr. 3) y como él recordaba, diciendo: (cap. 29, vrs. 3 y 4): “Cuando hacía resplandecer su candela sobre mi cabeza, a la luz de la cual yo caminaba en la oscuridad; como fue en los días de mi mocedad cuando el secreto de Dios estaba en mi tienda.”
Con toda la gracia que Job tenía, confesó, diciendo: “Por tanto, yo denunciaba lo que no entendía; cosas que me eran ocultas y que no las sabía.” Volvemos, pues, al principio de esta predicación entendiendo que es bueno tener una buena base y fundamento como Job, que esperaba en Dios y apelaba a su juicio. Job representa la Iglesia, o sea el Pueblo de Dios en medio de los siglos. Los juicios son de Dios, por eso está escrito: (1ra. Corintios, cap. 2, vr. 16): “Porque, ¿quién conoció la mente del Señor? ¿Quién le instruyó? Mas nosotros tenemos la mente de Cristo.”
Volviendo al principio, vemos que es necesario ser probado como el oro fino, por lo tanto, no conviene juzgar, porque hay dos formas de sufrir o padecer, puede ser por castigo, como por prueba; la misma persona, consultando su propio corazón, sabe si su conducta es buena o mala. Y si su conciencia no lo condena, puede confiar en Dios como Job. Si ha guardado los mandamientos y las leyes, como Dios manda, si ha confiado en el Trino, buena base tiene. Pero no olvidemos que en este mundo sucede el dicho del Predicador, Hijo de David, Rey en Jerusalém (Eclesiastés, cap. 2, vrs. 22 y 23): “Porque, ¿qué tiene el hombre de todo su trabajo y fatiga de su corazón con que debajo del sol se afanare? Porque todos sus días no son sino dolores y sus trabajos molestias; aun de noche su corazón no reposa. Esto también es vanidad.” Vuelve a decir el Predicador (Eclesiastés, cap. 9, vr. 2): “Todo acontece de la misma manera a todos: un mismo suceso ocurre al justo y al impío; al bueno, al limpio y al no limpio; al que sacrifica y al que no sacrifica: como el bueno, así el que peca; el que jura como el que teme el juramento.” Quiere decir que hay que esperar una vida mejor; ¿a dónde la esperaremos?
¿Aquí, en la tierra? Si el reino de Dios es aquí en la tierra, el infierno, ¿dónde será? ¿No les parece que aquí en la tierra, entre pruebas, castigos y desvaríos cometidos por los mismos hombres, nos estamos preparando para presentarnos al juicio final?